Según los expertos, hay razones para preocuparse por esta persistente debilidad, toda vez que esta competencia es definitiva en su desempeño escolar y desarrollo personal. Ante semejante panorama vuelve a surgir la inquietud en torno a la forma como los niños entran hoy en contacto con la lectura.
Para empezar, cabe decir que ellos son lectores por naturaleza; por eso, es importante dejarlos jugar con las palabras. Cuando su creatividad fluye en una narración oral y luego se les permite plasmarla en el papel, aprenden que leer y escribir son actividades útiles y agradables.
Este paso, esencial en el proceso de aprendizaje, muchas veces se omite. A los pequeños se les escucha poco y rara vez tienen con quién compartir la representación que tienen sobre el mundo, lo cual es un problema, pues la oralidad y la lectura en voz alta hacen que el cerebro se acomode a la complejidad de un discurso.
Y es que, con cierta frecuencia, el concepto de lectura ha quedado relegado al reconocimiento de las letras del alfabeto. Para Neyith Ospina, directora de la licenciatura en Pedagogía Infantil de la Universidad Javeriana, “en ese afán de que los niños aprendan a leer y a escribir antes de los 6 años los docentes no se preocupan por la comprensión de lectura sino por la decodificación”.
A eso hay que sumar la entrada infeliz que muchos niños tienen en la lectura y la escritura, algo en lo que pecan padres y docentes. Fabio Jurado, coordinador de la línea de investigación en lenguajes y literaturas de la Maestría en Educación de la Universidad Nacional, señala que uno de los errores más frecuentes es la “inoficiosa” insistencia en enseñarles las partes de la oración sin contexto, muchas veces distanciadas del lenguaje que se usa en la casa, en la calle o en el colegio. Y lanza una sugerencia: “¿Qué tal si se les pide grabar la conversación entre un comprador y un vendedor en la plaza de mercado y luego analizar la gramática de ese lenguaje?”.
A juicio de Rosa Julia Guzmán, directora de la maestría en Pedagogía de la U. de la Sabana, también son errores el ejercicio repetitivo de las planas (que algunos papás usan como castigo) y confundir la comprensión de lectura con la memoria. “No podemos seguir trabajando la lectura para aprobar grados, sino para afrontar la vida y descubrir lo que somos”, agrega Jurado.
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